- Las mujeres no leen National Geographic -, eso me dijo un lindo argentino de ojos claros y piel apiñonada que conocí en Ipanema mientras cenaba un sanduich de queijo, y de momento no supe cómo tomar su comentario. ¿Qué qué? ¿es en serio? ¿de que está hablando? Se me vinieron tantas preguntas en un instante. Estaba agotada después de varios días de sobrevivir con mi mediano portugués, así que oír de pronto su rotunda afirmación en español me sacó del letargo de la noche.
Tenía la oportunidad de charlar un rato en español y dejar de sentirme incomunicada, así que quité mi cara de incredulidad y de inmediato le pregunté por qué. Él sólo dijo - no sé, pero es raro ver que una mujer lea Nacional Geographic, normalmente la leen los hombres - y luego quiso saber de qué trataba el artículo que estaba leyendo con tanto interés: hablaba del amor, no visto como sentimiento, sino como un conjunto de procesos químicos. Y ahí estaba yo, sentada en un local de comida económica, rodeada de cariocas, a unas cuadras de la bella playa de Ipanema, en vísperas del Carnaval más famoso del mundo, enterándome del lado científico del amor… ahora que lo pienso debió ser un cuadro un poco extraño.
Antonio y yo conversamos un rato del tema aquél y de nuestro paso por Brasil. Él estaba recorriendo varias ciudades y esa era su última noche en Río de Janeiro, por que quería salir de ahí antes de que lo atrapara el ajetreo causado por los festejos del Carnaval. Yo había ido precisamente a vivir de lleno esas fiestas, y a encontrarme con un amigo muy querido que por esas fechas alquilaba un apartamento en Copacabana. Tras una divertida y reconfortante charla, un cigarro y una soda, nos deseamos buen viaje y Antonio se fue.
Durante toda mi estancia en Río sus primeras palabras me rebotaron en la cabeza como abejas encerradas y se alborotó mi curiosidad. - ¿Será cierto? - me decía, y prometí hacer una encuesta cuando volviera a casa, y así pasó… ¿por qué nunca había reparado en una observación como ésta?
Primero investigué entre mis amigas, luego en la familia, los amigos y compañeros de trabajo. Todos me miraban con extrañeza cada vez que les lanzaba la famosa pregunta y al igual que yo se daban cuenta de que era un tema que normalmente no les quitaba el sueño. Después de mantener el contador en ceros, desistí. Pero confirmé con cierto alivio feminista que no era un tema de género, porque sólo un amigo pudo nombrar en su lista de publicaciones preferidas una similar a la que causó mi inusual controversia.
Aquella curiosidad quedó satisfecha y ya puedo dormir tranquila… pero ahora tengo cierta frase que le guardo al lindo chico por si algún día lo vuelvo a ver: - Che, estamos empatados, ustedes tampoco la leen! -
G.
Siempre es agradable ver que cada día escribes más... =) ¡Beso y abrazo grande amiga!
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