Vamos a platicar, Luna. Tú que me has visto cuando ni yo quiero verme. Tú que me has acompañado en mis mayores momentos de soledad. Tú que te sabes mis más profundos secretos. Ven a tomar un té, escúchame y dime también lo que quiero escuchar. Vamos a platicar un rato, pero he de pedirte todas esas respuestas que sabes y que hasta ahora te has guardado tan bien. Yo te diré que eres sabia, confiaré en tus consejos y me iré a dormir. Por la mañana me sentiré conforme y tranquila, como después de cualquier madrugada en que nos reunimos tú y yo a la distancia, y nos miramos, y nos ponemos a platicar... G.