Amo a la niña que fui:
Inquieta, rebelde, persistente, traviesa, inocente, despreocupada, llorona, consentida, vanidosa, flacucha y remilgosa.
Esa niña que fui hasta el último día que había de serlo.
Algunas de estas características se han ido a causa de las experiencias y los años, siendo reemplazadas no para bien, no para mal. Sólo concediendo su lugar a rasgos nuevos.
No tengo una niña interior, tengo una congruente mujer que combina perfecto con la mujer que soy en el exterior.
Amo a la mujer que soy:
Inquieta, rebelde, persistente, dramática, vanidosa, aventurada... y sí, todavía remilgosa.
G.
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