Siempre se habla de que hay ocasiones en que sientes la muerte tan cerca, que puedes ver cómo pasa toda tu vida frente a tí en un instante. Pero... ¿se puede entender esta sensación sin haberla vivido realmente? Yo creo que no.
Lo mismo sucede cuando intentas imaginar cómo actuarías si se presentara una determinada situación. Cómo reaccionar en caso de un accidente, qué hacer si tu barco naufraga, o si tu casa se incendia. Te imaginas todo el evento, y ahí en tu imaginación lo resuelves exitosamente.
Uno de los tantos eventos desastrosos que me imaginaba siempre era: ¿qué haría si un día me secuestran? Siempre lo imaginaba, y me causaba tanto miedo, que prefería bloquear mi imaginación y decir: "mejor me cuido para que eso nunca me pase".
Y como dice la canción, puedes huir, puedes correr, pero no puedes esconderte. Una tarde se conjugaron todos los factores necesarios, y mi destino me alcanzó. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba en un taxi, con tres o cuatro hombres desconocidos, gritos, golpes, amenazas, y nadie que supiera de esta situación y que pudiera ayudarme o siquiera imaginarse lo que estaba pasando conmigo.
En los primeros instantes tuve que entender qué era lo que estaba sucediendo: mi peor pesadilla se estaba volviendo realidad y estaba siendo secuestrada. No sabía qué iba a pasar conmigo, y opté por mantener la calma y analizar mis opciones. No podía escapar, no podía pedir ayuda, estaba completamente sola y a expensas de lo que ellos decidieran hacer conmigo.
Perdí la noción del tiempo, no podía ver en dónde estábamos o hacia dónde íbamos. Sólo sabía que el coche no se detenía y nos estábamos alejando muy rápido. Tomaron mi bolsa, sacaron todas las cosas de valor que se encontraron, mis identificaciones, llaves, me preguntaron de qué era cada llave, leyeron mi tarjeta de presentación, mis credenciales. Ya sabían todo de mí: dónde vivía, dónde trabajaba, tenían mis llaves y mi celular. Me concentré en pensar que sólo me asaltarían y me dejarían ir después. Rogué que así fuera y logré mantener la calma.
Hasta que el sujeto más agresivo, que iba sentado junto a mí, metió su mano bajo mi blusa. En ese instante supe que iba a morir. En ese instante imaginé cómo moriría, y qué pasaría después de mi muerte. En ese instante imaginé que no me iban a dejar ir, e imaginé que se desharían de mi cuerpo en algún lugar despoblado, y sólo pude rogar que no pasara mucho tiempo... que me encontraran pronto, para que mis padres pudieran reconocerme y todo fuera menos doloroso.
En ese instante también hice un recuento de cómo habían sido mis últimas horas, y cómo me había ocupado y preocupado de asuntos que estando ahí me parecían tan pequeños. Me acordé de los últimos momentos antes de subir al taxi, y me sentí tan tonta. Pensé en todas las cosas que ya no iba a poder hacer, en que no me iba a poder despedir de nadie, que dejaría tantas y tantas cosas inconclusas y tantas palabras sin decir. Y además, iba a morir sola.
Ví pasar un violento y acelerado carrusel en mi mente, lleno de rostros, de voces, lugares, y cosas que había vivido en diferentes momentos de mi vida. No fue un recuento cronológico y musicalizado como luego lo ponen en las pélículas, fue más bien como si una pala escarbara en mi mente y arrojara bruscamente todos esos instantes frente a mí. Una descarga de emociones combinada con un intenso calor seguido de una violenta cubetada de agua fría.
Afortunadamente nada pasó. Terminó de revisar que no estuviera escondiendo ningún objeto entre la ropa, y el asaltó continuó. En algún momento hicimos una parada, y alguien se bajó al cajero a sacar todo lo que pudieron de mis tarjetas. Luego el coche volvió a avanzar por un rato, hasta que finalmente me dijeron que me dejarían ir. Supe que estaba llegando otro momento crítico, y que dependería en gran parte de la forma en que yo actuara. Me aseguré de poner atención a las instrucciones que me daban, si me equivocaba en algo o perdía el control, la situación podía empeorar.
Finalmente llegamos al lugar en donde el coche se detuvo, obedecí las indicaciones y empecé a caminar. En cuanto sentí la lluvia en mis brazos, mi espíritu se desplomó, pero mantuve la fuerza en mis piernas y seguí caminando en línea recta sin mirar atrás, hasta que me sentí segura otra vez. Hasta que volví a nacer.
G.
A casi tres años del renacimiento.
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martes, 14 de septiembre de 2010
De cuando supe que iba a morir
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Feliz renacimiento!
ResponderBorrarGracias mi querida Fa!! :D
ResponderBorrary con esta historia..nos haces renacer a muchos..gracias!!!
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