Es la palmera que se mueve contenta al ritmo que le marca el viento de noche.
La miro moverse mientras me invita diciendo "ven, ven...".
Quiere que salga con ella a bailar, pero no puedo...
Mi corazón y mi cuerpo están cansados hoy.
Me quedo bien quieta y dejo que sea mi espíritu el que fluya hacia ella.
Lo dejo que salga de mí y que a oscuras se ponga a bailar.
Que vuelva aquí renovado, que traiga consigo el remedio para un buen dormir.
Miro hacia la ventana, le digo adiós a un duro día...
y me uno en silencio a aquella coreografía.
G.
Bailando de noche.
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