Después de mucho tiempo de olvido, hace poco renové uno de mis juguetes favoritos: mi cuaderno de sketching. Tengo que aceptar que fue un largo tiempo en que no sentí ni una pizca de inspiración que me obligara a reemplazar mi cuaderno viejo y saturado. A veces me gustaba darle una hojeada, y ver todas las locuras que había plasmado en imágenes que aun me siguen llenando de recuerdos.
Pero bueno, al fin la inquietud y la inspiración se pusieron de acuerdo, así que con la verdadera emoción de un reencuentro compré mi nuevo cuaderno. Era hora de presentarle a sus compañeros de juerga, y uno de mis más queridos tesoros: mi estuche de lápices. Mi adorado estuche de lápices.
Los busqué en su lugar de siempre, al lado de un montón de dibujos y el viejo cuaderno. Pero no, ellos no estaban ahí... y una gran sensación de pérdida pospuso el encuentro. "Tienen que estar por aquí". Busqué en los lugares obvios, seguí buscando en rincones menos probables y terminé buscando en los sitios más descabellados. Pero no... el alivio nunca llegó.
He hecho la búsqueda exahustiva nuevamente, pero todo sigue igual... Y mientras se me viene a la mente el momento en que llegaron a mis manos: Estaba en el tercer año de primaria, y mis calificaciones iban muy bien, así que mi mamá decidió consentirme y me llevó a escoger mi tan merecido premio. Fuimos directo a uno de esos lugares que siempre me ha parecido mágico y embriagador; lleno de posibilidades, de colores, de texturas, de objetos interesantes, y sobre todo de materia prima perfecta para mi mente hiperactiva: Una gran papelería.
La verdad, no recuerdo qué tan difícil fue decidir, ni recuerdo cuáles fueron mis otras opciones. Pero el salir de ahí con mi espectacular estuche de lápices profesionales fue una real experiencia de felicidad.
Ya sé que sólo son lápices, y sé que es difícil creer que aun en estos días los esté buscando. Pero para mí siguien siendo un gran tesoro, de esos que se usan sólo en ocasiones especiales. Sólo cuando hay un buen dibujo por trazar.
Ya sé que puedo comprarme un estuche nuevo cuando sea. Pero sigo esperanzada a que mi querido estuche aparecerá en el lugar y el momento menos esperado. Y será un encuentro tan afortunado como cuando vas caminando por la calle y te cruzas con un viejo amigo.
Mientras tanto, el cuaderno nuevo sigue en blanco, como una clara muestra de solidaridad. Y yo sigo desesperada buscando por todos lados, como cualquier persona que ha perdido algo muy querido. Y me pongo a pensar que a veces nos pasa eso mismo con las personas que nos rodean... Estamos tan acostumbrados a tenerlos cerca, que los vamos arrumbando y damos por hecho que siguen ahí... en el mismo lugar donde los dejamos. Hasta que algo pasa y los necesitamos, pero algunas veces es tarde, por que ya no están. Sólo quedan los viejos recuerdos y el hueco que solían llenar. Desafortunadamente, las personas no se compran en una gran papelería.
En fin... yo seguiré buscando. Tal vez ponga letreros en los postes, reparta volantes y ofrezca recompensa. Todo sea por recuperar a mi amado tesoro de la infancia. Y cuando lo encuentre, prometeré no volver a dejarlo olvidado tanto tiempo, y le pediré perdón.
G.
En la incansable búsqueda.